martes, 11 de mayo de 2010

[Reespublica] Conferencias para padres UNA EDUCACIÓN CON ESPÍRITU


De: Leon Trahtemberg


Estimados señores directores:

Tengo el agrado de presentarles la nueva conferencia que estoy desarrollando

para padres de familia en el marco de "Escuela de Padres" titulada

 

UNA EDUCACIÓN CON ESPÍRITU

 

1). Hace 30 años nos comunicábamos por carta. Escribirla tomaba unos días, mandarla y que llegue a su destino tomaba 2 semanas; que el interlocutor la conteste otros días, y luego otras 2 semanas para que llegue la respuesta. Así podía pasar un mes entre el envío y la recepción de la respuesta. Hoy, todo eso ocurre hoy en 1'

¿Cuántos padres pueden estar sentados comiendo con sus hijos con su celular totalmente apagado? ¿Cuántos podrían vivir con un día entero sin celular?

Siendo así ¿podemos seguir pensando que se puede educar hoy a esta generación de niños y jóvenes con los mismos criterios que se usaban para educar a los de la generación anterior?

 

2).  La educación en valores es la que permite prevenir el vaciamiento espiritual que deviene de una vida sin sentido. Sistemáticamente, nuestros hijos tendrán que resolver entre quedarse en el mundo de lo tangible, inmediato, material, -no importando a cuántos tengan que atropellar, desplazar o incluso eliminar-, o si quieren ascender al mundo de lo no tangible, espiritual, los valores, el sentido de hacer cosas que son buenas para todos y no solo para uno mismo.  Nuestros hijos tendrán que resolver si quieren que su vida sea prescindible -es decir, que uno viva o no viva dé lo mismo porque no afecta a nadie-, ó si quieren que su vida sea imprescindible, porque a su paso por este mundo dejaron huellas en los demás.

Reflexionar sobre estas cosas puede ayudar a los padres a acompañar mejor a sus hijos

 

 

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NOTA:

Los temas que hemos abordado en jornadas de capacitación anteriores para padres son:

1) "Yo era igual cuando era pequeño". Creemos que sabemos lo que es un niño porque fuimos niños, y creemos que sabemos lo que es ser padre porque somos padres, o hemos tenido padres. ¿Estamos hablando del hijo o del padre?
2) "No importa. Total, son pequeñitos". ¿Qué me enseña la neurociencia infantil?
3) "Oye, ese alumno que se gradúa no ha cambiado nada. Desde que tenía 3 años era igualito". ¿Qué es la educación de calidad?
4) "El alumno genio que al graduarse se muere de miedo de invitar a una chica". ¡Cómo castramos a los alumnos inteligentes!
5) "Odio las matemáticas desde pequeño". Huellas para toda la vida.
6) "Me aburre leer". ¿Educar o colocar anteojeras?
7) "No entiendo las ciencias. Yo no sirvo para eso". Pensar que países como Alemania están incentivando la formación de ingenieros desde la educación inicial
8) "Qué bonito. Te mereces una estrellita o un sticker" (así me aseguro que serás maestra-dependiente, agradador de maestros)
9)  "¿Castigar, seducir ó condicionar?" El maestro, el caudillo de turno.
10) "¿Educar para competir o para ser competitivos?" La resiliencia. El bullying y la predisposición a consumir drogas empiezan en educación inicial.
11) "¿Asistimos a un informe ó a un juicio?". "¿Somos padres o interpelados?"
12) "Qué vergüenza. Mi hijo no ingresó al colegio". El nido como academia de ingreso a la primaria.
13) "Si no hacen X, saco a mi hijo de nido". Los centros iniciales frente a la presión de los padres.
14) "Mientras antes, peor" La prematura y maltratadora presión académica
15) "Otra vez una nueva jerga curricular": objetivos, contenidos, habilidades, competencias, capacidades, propósitos,  ¿cambia en algo la enseñanza?
16) Cuando el maestro siente que "esto no es para mí": harto y agotado de la burocracia escolar, reuniones, informes, la papelería administrativa…
17) Nidos que fueron líderes y se cayeron. ¿Qué pasó?
18) "Terapia, terapia, terapia… en mi época no había eso"
19) ¿Qué dosis de tecnología es la apropiada para los niños?
20)  "¿Es posible educar en la diversidad?" En nombre del respeto a la  individualidad, tratamos a todos igual

Comentario de León Trahtemberg
Pertenecemos a una generación de educadores que fueron formados para creer que  con una buena formación en pedagogía y didáctica el profesional esta capacitado para lidiar con los alumnos de la educación inicial y luego la escuela. Los hechos evidencian que no es así. La pedagogía no alcanza para abordar la mayoría de los problemas que deciden el rendimiento y comportamiento infantil acorde a su  momento evolutivo por lo que si no replanteamos nuestros enfoques educativos como padres y maestros, seremos altamente ineficientes y hasta dañinos para el alma infantil. El mundo objetivo, subjetivo e inconsciente de los alumnos, profesores y padres es enrevesado y está omnipresente en nuestro vínculo con los niños.

Hay una continua tensión entre la familia como escenario natural de crecimiento del  niño a cargo de los padres y parientes, y la escuela como espacio artificial y formal  para el crecimiento del niño en función de las expectativas y demandas de los profesionales de la educación.  

El niño pequeño suele provocar en los adultos evocaciones de sus propias reacciones infantiles así como los modos en que vivió sus relaciones tempranas con las personas que lo cuidaban cuando niño, por lo que estas reacciones tienen un impacto afectivo profundo y a veces hasta incomprensible para la persona que los experimenta. Conectarse con esto puede ser de singular importancia para el buen trabajo educativo de la maestra y su capacidad de entender la importancia que tiene para el niño o la niña lograr un buen proceso de separaciones sucesivas de la madre y del hogar -entre los 2 y 5 años-  como requisito previo para el aprendizaje cognitivo. También lo es para el tránsito adecuado desde la total dependencia hacia la autonomía, del "policía externo" al "policía interno" como modelador de su conducta y autodisciplina.

En esas edades la sexualidad se expresará como una energía creadora, como un impulso integrador que empuja al crecimiento, a la creatividad, a la investigación, al deseo de vincularse armónicamente con el entorno. También a esas edades el arte resulta un medio privilegiado a través del cual los niños pueden expresar la intensidad de su experiencia afectiva, lo que incluye su amor, odio, calidez, sentimiento de libertad o represión, su equilibrio o inmadurez emocional, sus alegrías y sufrimientos.

En ese proceso, las maestras cumplen algunas funciones de complementación maternas como la de aprobar o desaprobar al niño, aceptar incondicionalmente su individualidad, sintonizar con su curiosidad sexual, estimular su observación científica, expresión corporal, juego, socialización, las cuales deben darse evitando que la madre sienta que tiene que competir con la maestra o que ella es la  paciente o alumna de la maestra.

Los alumnos de primaria que odian las matemáticas, que no disfrutan de la lectura, que tienen dificultades en sus relaciones sociales, que enfrentan con tensión y ansiedad sus estudios, que temen equivocarse y se avergüenzan,  que no saben jugar con sus compañeros, que no toleran los señalamientos de la autoridad… todos ellos tienen una historia y biografía personal que se sostiene sobre las huellas que deja la educación inicial   

Todos creemos que sabemos lo que es un niño porque fuimos niños, y creemos que sabemos lo que es ser padre porque somos padres, o hemos tenido padres. Por eso nos colocamos determinados anteojos para mirar a los niños, a quienes vamos a mirar en función de nuestro niño o nuestros padres. Es necesario que los maestros se saquen esos anteojos y miren con un poco más de apertura y libertad lo que realmente pasa con cada niño, cada padre y en la relación del padre y madre con sus hijos, lo que a veces es un poco difícil. 

Para crecer sanamente, los niños necesitan seguridad, sentirse queridos, que se les hable. Este es el ABC de la educación inicial. La pregunta es cómo se les quiere, cómo se les habla y cómo se les da seguridad. Si se logra que los niños se sientan bien, estaremos frente a una maestra suficientemente buena. Una maestra que acierta y que se equivoca, pero que está alerta y se la juega día a día en su rol de educadora; que no teme equivocarse, pero a la vez es capaz de reconocer que si lo hace debe revisar las cosas y tratar de abordarlas de otra manera.