Co-Director "Paz y Esperanza Internacional"
Los peruanos y peruanas se preguntan a quien se debe elegir el 5 de Junio próximo. Ollanta Humala es el caos, el salto al vacío, el comunista recalcitrante disfrazado ahora de un socialista moderado. Keiko es la personificación de la corrupción, la continuidad del populismo y el caudillismo fujimorista, la vuelta a la dictadura. Son las oraciones cortas de quienes están a favor o en contra de uno de los dos candidatos. Sin embargo, debemos ir más allá del resentimiento, los prejuicios, los clichés. Por qué no preguntarse más bien que tipo de país es el Perú donde un 50% de la población ha expresado implícitamente que más allá de la democracia o los derechos humanos lo que le interesa es la pronta solución de sus problemas sociales y económicos, de mayores oportunidades, aun cuándo ello signifique la vuelta al autoritarismo. Un país con unos 4 millones de personas que han decidido darle una segunda oportunidad a Alberto Fujimori, a través de su hija Keiko, y que piensa que el gobierno del dictador fue bueno para ellos. No importa que fuera un gobierno que sistemáticamente debilitó la democracia, llevándola al borde de la septicemia.
Por qué no preguntarnos lo que esta pasando con millones de compatriotas nuestros que las estadísticas dicen que ya salieron de la pobreza porque ganan 8 soles (o menos) al día. ¿Se puede vivir con un salario de 240 ó 120 Nuevos Soles al mes o menos? Pues parece que si, se puede sobrevivir con angustia, con rabia. Pero se que la alegría y la esperanza pueden ser casi aplastadas por este no horizonte, pero no desaparecida. Felizmente, la esperanza crece aun en circunstancias adversas. Dios esta presente allí.
Las autoridades políticas son importantes para cualquier nación. Ellas tienen poder en sus manos para decidir el rumbo económico, social, incluso moral de un determinado pueblo. Desde siglos atrás, tal como se registra en los libros de los Reyes y Crónicas en la Biblia, nuestras sociedades conviven con liderazgos que surgen alimentados por las alianzas políticas interesadas, los apetitos voraces de poder, la manipulación de lo religioso y la idolatría, la ambición y la codicia, entre otros. Pero, por otro lado, encontramos las historias de líderes que afirmaron su liderazgo en los valores cristianos y que, por consiguiente, fueron honestos, consecuentes, esforzados, imperfectos pero con ganas de ser leales a Dios, al Dios de la justicia y la verdad.
Pero, la lección que nos dejan procesos electorales como el que vivimos hoy en el Perú es que no podemos dejar la política únicamente en manos de los políticos, porque aquello constituye una irresponsabilidad y una falta de conciencia respecto a nuestro rol como ciudadanos. Afirmar los destinos de nuestro país en un "mesías" político, a fin de que transforme radicalmente nuestra forma de vivir constituye una fantasía que nos lleva a la apatía y la no movilización social.
Se que para muchos optar por uno u otro candidato es como si condujésemos de noche por una avenida sin señales y en medio de una neblina. Personalmente se me hace imposible votar por Alberto y Keiko Fujimori. Rechazo la lógica facilista de que un buen gobernante es quien hace grandes obras y reparte regalos, aunque robe para si. Rechazo el pensamiento y práctica de quienes aseguran que matar a inocentes son los daños colaterales con los cuales hay que convivir. Rechazo quienes sobredimensionan lo económico. Rechazo el chovinismo ciego, facilista, estrecho. Rechazo concebir la política como el arte de mentir para ganar adeptos y de convertir las medias verdades en verdades absolutas. Pero mas rechazo la inercia, el abandono cívico, la cómoda "taxi-critica" a los que muchos nos hemos acostumbrado: el raje político pero el no compromiso con el país. Se que si hoy tuviésemos mas ciudadanos activos, no estaríamos en esta disyuntiva de optar entre dos grupos políticos que no generan confianza.
Sea cual sea el resultado final de estas elecciones, es necesario seguir fortaleciendo nuestras capacidades ciudadanas y afirmando el sentido profético de nuestro testimonio público, a fin de que las nuevas autoridades encuentre una sociedad con una memoria activa y una ciudadanía vigilante.
Solo así, podremos contrarrestar los potenciales autoritarismos, eliminar los vestigios de corrupción y acabar con la impunidad galopante. Se trata entonces, en este nuevo escenario, de hacer vigilancia ciudadana activa, a fin de que los políticos no rompan las leyes, no se enriquezcan ilícitamente, cumplan con promover el desarrollo para todos y no solo para una minoría adinerada, que protejan la vida y la libertad de todo ser humano, que tengan compasión de los que menos poder tienen pero una compasión no lastimera, sino fundamentada en la dignidad y derecho de las personas.
Lima, 12 de abril 2011 |