| A PROPÓSITO DEL TEMA DESARROLLADO EN LA ÚLTIMA REUNIÓN MENSUAL LA VACUNA CONTRA EL VIRUS PAPILOMA HUMANO El cáncer de cuello uterino es el cáncer más frecuente y el que produce mayor número de muertes en las mujeres de nuestro país. Esta fuertemente asociado a la condición socioeconómica de pobreza de nuestra población, por lo que casi no existe en países desarrollados. En el Perú cada año se reportan 5400 casos nuevos y cada día fallecen 7 mujeres por esta enfermedad. Cuando surgió hace algunos años la vacuna contra el virus papiloma humano como parte de la estrategia para combatir esta enfermedad pronto surgieron voces altisonantes respecto a su costo beneficio, a su seguridad y su calidad. Lo cierto es que la infección por el virus papiloma humano es la infección de transmisión sexual más frecuente: 80-90% de las mujeres la contraen al iniciar las relaciones sexuales. Aunque se conoce poco acerca de su historia natural, se sabe que el 90% de casos se cura espontáneamente en el lapso de dos años[1],[2]. Se desconoce por qué algunas infecciones duran 20-30 años y otras producen cáncer de cuello uterino. La vacuna que ha adquirido el Perú (Cervarix de GSK) protege contra los dos serotipos del virus más frecuentemente asociados a este cáncer (PVH 16 y PVH 18), siendo alrededor de 15 las cepas que pueden desarrollar cáncer. Esta vacuna ha sido indicada a niñas a partir de los 12 años, sin embargo, los ensayos clínicos han sido realizados en mujeres de 15 a 25 años[3], por lo se desconoce las reacciones que tendrá en jóvenes de 12 a 15 años en quienes se ha indicado poner esta vacuna. No hay correlación demostrada entre el nivel de anticuerpos y la eficacia de la vacuna porque las mujeres inmunes al VPH tienen una cifra de anticuerpos muy baja o inexistente en el 50% de los casos[4]. Eso sí, la vacuna disminuye las infecciones persistentes y las lesiones pre-malignas causadas por los virus contra los que se vacuna. Un hecho importante es que el vacunar contra el Papiloma Virus no exime de tener un cáncer de cuello uterino, lo que hace es disminuir solo la probabilidad pero no la anula por completo, generando un peligro adicional que es el riesgo moral que se da cuando la persona al saberse vacunada se expone al riesgo creyendo que ya está protegida. Puede ser peligroso el mensaje que se le da al adolescente cuando se le vacuna. Debido a su alto costo es necesario implementar mejor medidas simples y menos costosas de prevención como el PAP (prueba de Papanicolaou) que en países desarrollados disminuyó la mortalidad en 70% por este cáncer, probando ser altamente efectiva [5]. Reconociendo el valor de las vacunas como una estrategia importante de salud pública, lo que debemos procurar es el uso de vacunas seguras, eficaces y de calidad en nuestras niñas y niños. La discusión que se sostuvo en nuestra última reunión mensual dejo en claro que no basta una vacuna para enfrentar este problema porque el virus en sí mismo no es suficiente para desarrollar cáncer, sino la concurrencia de otros factores como inicio temprano de relaciones sexuales (<17 años), número de parejas sexuales (>5), tabaquismo, alta paridad (>5 embarazos a término), uso prolongado de píldoras anticonceptivas (>5 años), pobreza, etc[1]. los cuales en su mayoría tienen que ver con el estilo de vida. Debido a ello lo más importante es la prevención que tiene que ver con la formación que reciben los niños y adolescentes en sus hogares, con valores, principios, amor, fortaleciendo su autoestima y su desarrollo como persona capaz de reconocer lo bueno y lo malo para él o ella y sus congéneres. La educación sexual brindada en el hogar y en la escuela, a niños, adolescentes y jóvenes, debe considerar a la persona en toda su dimensión, y no solo lo biológico o mucho menos solo lo genital. Debe enseñar valores como el amor, la dignidad humana, la fidelidad, el respeto a la vida, el respeto a uno mismo y a los demás. No debe limitarse, como ocurre actualmente, a enseñar cómo evitar el embarazo y las enfermedades de transmisión sexual, sino de una manera más integral enseñar el rol que como hombre o mujer le toca a cada uno desempeñar en la sociedad, y el uso racional y moral de sus dones y capacidades físicas para alcanzar el nivel más elevado de desarrollo como persona, conforme al plan divino. En este sentido, la iglesia y su ministerio pastoral y docente juegan un rol importantísimo. Enseñar, conforme a la doctrina cristiana, que el ámbito donde mejor cauce encuentra el desarrollo de la vida sexual es el ámbito del matrimonio y de la mutua fidelidad. "Instruye al niño en su camino, y aún cuando fuere viejo, no se apartará de él" (Proverbios 22:6) Dr. Aníbal Del Águila Escobedo Médico Pediatra
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