El mundo camina en la busqueda de extinguir las propuestas cristianas por una nueva religión la laicista. Jorge Márquez Tomado de Zenit Entrevista al editor de la web e-Libertad Religiosa
BUENOS AIRES, viernes 30 de octubre de 2009 .- La libertad religiosa retrocede en el mundo, y especialmente en Occidente. Así lo afirma el presbítero español Pedro María Reyes Vizcaíno, autor de e-libertadreligiosa.net, una página que recoge noticias y reflexiones de todo el mundo acerca de esta cuestión. Reyes Vizcaíno es licenciado en derecho por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en derecho canónico por la Universidad de Navarra. Ordenado sacerdote en 1992, actualmente reside en Argentina. Al margen de su actividad como canonista, se dedica a investigar sobre libertad religiosa "por propio interés", en un campo que, en su opinión, requiere mayor atención por parte de la opinión pública. -En términos generales, ¿diría usted que la libertad religiosa está retrocediendo en el mundo? ¿Qué factores están influyendo en esto? Pedro Reyes: Parece claro que en las últimas décadas estamos asistiendo a un retroceso de la libertad religiosa en el mundo. Por un lado están las persecuciones contra los cristianos, que a veces son violentísimas, con muertes y expulsiones de territorios. El siglo XX se ha llamado el siglo de los mártires. Con ocasión del Gran Jubileo del año 2000, la Santa Sede reunió en un libro testimonios de personas que han padecido la muerte por su fe. Se recogió el testimonio de 12.692 personas de los cinco continentes. Desde el año 2000 no parece que las persecuciones hayan disminuido. En octubre de 2008 la organización evangélica Release International advirtió que en 2009 habría 300 millones de cristianos que sufrirían persecución en el mundo a causa de su fe. El Observador de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, monseñor Celestino Migliore, el pasado 21 de octubre dio la cifra de 200 millones. Sin embargo existen otros atentados a la libertad religiosa más solapados, aunque no sean violentos, y ocurren en Europa Occidental. En esta región del mundo se está difundiendo una doctrina laicista radical que pretende desterrar la fe cristiana -o cualquier otra creencia religiosa- de la vida pública. En nombre del laicismo se intenta prohibir cualquier manifestación pública de fe. Se expulsan crucifijos de lugares públicos, se prohíben celebraciones religiosas en las calles, o lo que es peor, se censura la opinión de obispos con el único argumento de que es un obispo. Se ha llegado a límites que parecen ridículos, como la denuncia en la FIFA contra la selección de Brasil en julio de este año porque después de ganar un trofeo hicieron una oración de acción de gracias a Dios. O el intento en Cataluña de cambar el nombre de vacaciones de Navidad o de Semana Santa por vacaciones de invierno u otoño en este curso académico. -Tras la caída del Muro de Berlín y la libertad recobrada en los países del Este, especialmente la libertad religiosa, parecía que el sistema de libertades de Occidente se estaba consolidando. ¿No es así? Pedro Reyes: Efectivamente en 1989 el mundo entero -y Europa en particular- parecía que se despertaba de una pesadilla y amanecía a una nueva era de libertad y paz. Tuve la fortuna de vivir en Roma aquel año y recuerdo con emoción el paso de Gorbachov por la Via della Conciliazione hacia el Vaticano para entrevistarse con Juan Pablo II por primera vez. Allí estábamos centenares de personas, laicos, sacerdotes, frailes y monjas aplaudiendo al líder de la Unión Soviética como a un libertador. Quién lo hubiera dicho un año o dos antes. Lo ocurrido en Europa Oriental es un ejemplo de que no todo ha sido negativo en los últimos decenios. En aquellos países había decenas de millones de cristianos que vivían en la Iglesia de las catacumbas y ahora pueden practicar su fe a la luz del día. Queda por delante un reto, y es conjugar la libertad religiosa con el completo desarrollo de la persona, sin caer por ejemplo en el laicismo como está ocurriendo en el resto de los países de cultura occidental. -¿De dónde surge políticamente el laicismo actual? ¿Qué pretende? ¿Por qué una de sus exigencias fundamentales en todas partes donde triunfa son los llamados "derechos sexuales y reproductivos"? Pedro Reyes: El laicismo positivo realmente tiene raíces cristianas. En una época tan temprana como el año 494 el Papa Gelasio I decía en carta al emperador Anastasio I que existen "dos poderes por los cuales este mundo es particularmente gobernado: la sagrada autoridad de los papas y el poder real". Y le recordaba que igual que el emperador debe obedecer a los sacerdotes en cuestiones espirituales, "en asuntos que tocan a la administración de la disciplina pública, los obispos de la Iglesia, sabiendo que el imperio se te ha otorgado por la disposición divina, obedecen tus leyes para que no parezca que hay opiniones contrarias en cuestiones puramente materiales". Otro asunto es el origen del laicismo radical que ahora se extiende por el mundo. Sus orígenes se deben encontrar en la Ilustración y la Revolución Francesa, que miró al catolicismo como un enemigo y pretendió reorganizar la Iglesia Católica e incluso exigió a los sacerdotes un juramento de fidelidad a la nueva organización. Desde entonces, de una forma u otra, los poderes públicos han tenido demasiadas veces la tentación de intervenir en los asuntos de la Iglesia Católica. Parece que uno de los grandes deseos de los laicistas radicales es decirle a la Iglesia lo que se debe predicar en los ambones, como si las homilías o las doctrinas religiosas debieran ser aprobadas antes en los parlamentos. Es curioso que quienes se escandalizan por un Obispo que critica una ley, lo hacen en nombre de la plena autonomía del Estado y la Iglesia. No soportan que una confesión considere pecado ciertas conductas. La insistencia en los llamados derechos reproductivos y sexuales procede de las corrientes que salieron a la luz en la revolución de mayo de 1968, el Mayo francés. Desde entonces se pretende introducir estos conceptos en el tráfico jurídico. Para ese momento estaba completo el cuadro de declaraciones internacionales de derechos humanos, con la Declaración Universal aprobada por las Naciones Unidas en 1948 en primer término. Por lo que los promotores de estos supuestos derechos lo que están intentando es redefinir el contenido de los derechos humanos de acuerdo con su prejuicio. Desde el punto de vista de la libertad religiosa, parece claro que es una falacia que se intente limitar la libertad de los creyentes de expresar sus convicciones en asuntos de moral (que es un derecho reconocido por el art. 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y por todos los tratados internacionales en la materia) para tutelar un derecho que ni siquiera está reconocido. -¿Qué peso ha tenido en la Iglesia el decreto conciliar de la libertad religiosa? ¿Puede que la haya preparado para los tiempos actuales? Pedro Reyes: Pienso que la mejor respuesta la dio Joseph Ratzinger en 1965. En aquel año afirmó: "Tiempos vendrán en que el debate sobre la libertad religiosa será contado entre los acontecimientos más relevantes del Concilio (…). En este debate estaba presente en la basílica de San Pedro lo que llamamos el fin de la Edad media, más aún, de la era constantiniana. Pocas cosas de los últimos 150 años han inferido a la Iglesia tan ingente daño como la persistencia a ultranza en posiciones propias de una iglesia estatal, dejadas atrás por el curso de la historia." (Joseph Ratzinger, Resultados y perspectivas en la Iglesia conciliar, Buenos Aires 1965). Aún no hay perspectiva histórica para advertir la importancia del decreto Dignitatis humanae sobre libertad religiosa. Pero deseamos que tenga tanta trascendencia como se augura. Si se cumplen las expectativas, se podrá decir que con este Decreto se habrá inaugurado una nueva etapa en las relaciones entre la Iglesia y el Estado basadas en el mutuo respeto y la autonomía de ambas realidades. Pienso que la Dignitatis Humanae contiene en realidad un reto para los católicos. En efecto, este documento conciliar además de declarar la inmunidad de coacción en materia de libertad religiosa, también proclama la obligatoriedad para cada hombre de seguir los dictados de su conciencia. Desde el momento en que los cristianos tenemos el deber de transformar cristianamente las estructuras de la sociedad -tarea peculiar de los fieles laicos- estaría fuera de lugar que delegáramos esta tarea a una institución política, sea el Estado o cualquier otra. Los Estados han de respetar la ley natural, pero somos los fieles cristianos quienes hemos de conseguir que la sociedad sea cada día más cristiana.
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