lunes, 4 de febrero de 2008

[Reespublica] RE: A proposito de la acusacion a Juan mallea

Apreciados hermanos,

Les comparto este excelente articulo escrito por mi gran amigo Rolando Perez sobre el caso de nuestro hermano Juan Mallea.

La Red Latinoamericana de Abogados Cristianos tendra listo su pronunciamiento el miercoles.

Sigamos apoyando espiritualmente a Juan Mallea y que ese apoyo espiritual se traduzca en acciones valientes en defensa de la justicia y la verdad.

Un abrazo,
Nina   

Nina Balmaceda
Advocates International
Coordinadora para America Latina
vbalmaceda@advocatesinternational.org
www.rlaac.net



-----Original Message-----
From: Rolando Perez [mailto:roloperezv@gmail.com]
Sent: Fri 2/1/2008 7:30 PM
To: Nina Balmaceda
Subject: A proposito de la acusacion a Juan mallea


MÁS ALLA DE LOS SILENCIOS Y LAS COMPLICIDADES

A propósito de la acusación a Juan  Mallea en el juicio a Fujimori

Rolando Pérez



          Mientras continúa el proceso a raíz del juicio al ex presidente Alberto Fujimori por los actos de corrupción y violación de los derechos humanos durante su régimen, cada día conocemos reveladores testimonios de lo que fue este triste pasaje de la historia del Perú. Al mismo, es tiempo es importante la reacción de la sociedad peruana frente al esclarecimiento de los hechos. Por eso, ha sido gratamente sorprendente observar la inmediata reacción de importantes líderes de las iglesias y organizaciones evangélicas frente  a la inaceptable acusación del General (r) Carlos Domínguez en contra de Juan Mallea, miembro de una de las iglesias evangélicas en el Perú. Ha sido reconfortante  leer la carta que suscriben varios líderes mostrando su indignación por este hecho, porque da cuenta de sectores evangélicos que se resisten a hacer de la iglesia una institución sin memoria, éticamente débil y espiritualmente adormecida. 



          Tuve  el privilegio de formar parte del equipo que desde el CONEP se formó para impulsar la campaña para demostrar la inocencia y conseguir la libertad de Juan. Eran los años de la sospecha, la estigmatización y la satanización a todo aquello que estaba relacionado con la defensa de los derechos humanos. Eran los tiempos de las memorias frágiles, los silencios cómplices y los abrazos con el poder a cualquier costo. En aquellos años, en el Perú, no teníamos las evidencias que hoy tenemos sobre los niveles de la corrupción y el atropello de los derechos desde las esferas del poder, pero era posible percibir todos los días el olor de la podredumbre en los pasillos del Poder Judicial, tanto en el contacto con las victimas y a través de los medios de comunicación. Precisamente, con el caso de Mallea pudimos encontrarnos -durante los meses de su encarcelamiento- con aquellos que operaban a favor de la dictadura, la corrupción y la guerra sucia. Estaban a un en la comisión de derechos humanos del Congreso peruano, tres de ellos eran de filiación evangélica, miembros del movimiento fujimorista.



          "Juan Mallea será liberado si ustedes se callan", era el mensaje que nos llegaba de los 'colinas'  a través de fujimoristas que tenían fuertes vinculas con las iglesias.  Aquellos que dudaban de la inocencia de Mallea -desde las esferas del Estado o de la propia iglesia- no podían entender por qué  este caso había encontrado el respaldo de todos los sectores políticos, eclesiásticos, mediáticos en el país y en el extranjero. Y es que el Espíritu había empezado a moverse de un modo tal que era imposible detenerlo. Se empezaba a develar aquello que todos intuíamos, sospechábamos o desconocíamos. El caso de Mallea se convirtió en un caso simbólico porque develó que estábamos en una guerra entre dos mentalidades fundamentalistas, dos ciegas maneras de luchar por el poder absoluto y conseguir la terrible paz de los cementerios.  Hasta entonces conocíamos ya las sanguinarias acciones de Sendero Luminoso, pero solo las versiones de los medios no aliados al régimen daban cuenta de otro escuadrón de la muerte promovido y financiado desde el Estado: El comando COLINA.  Hoy, durante el juicio a Fujimori, los propios 'colinas' que operaba con licencia legal han corroborado su existencia y sus terroríficas acciones.

          Por todo esto, es sorprendente hoy volver a escuchar una voz que vuelve a acusar y condenar a un inocente. Lo que es mas sorprendente aún es que alguien que dice abrazar la fe evangélica no haya entendido que esta era una excelente oportunidad para pedir perdón ante al país por su complicidad con aquel régimen. Hasta un alto mando del ex grupo Colina ya lo hizo durante su manifestación en el juicio al dictador. El perdón público de aquellos que indirecta o directamente fueron parte de un régimen que se sostuvo en la violación de los derechos  humanos, se hace necesario para construir un país reconciliado y en paz.  Domínguez optó, más bien, no sólo por acusar a su hermano sino seguir afirmando una mentalidad anti-evangélica, que se sostiene en aquello de que el fin justifica los medios. El General Domínguez, quien sirvió a la dictadura al frente de la Dirección Nacional contra el Terrorismo (DINCOTE), conoce mejor que cualquier ciudadano cómo se violaron los Derechos Humanos desde el Estado en aquel triste pasaje de nuestra historia durante la guerra.  Sabe muy bien el General que Mallea era la ficha que encontraron los 'colinas' (léase operadores, autores intelectuales, 'jefes supremos', etc.) para justificar lo que finalmente hicieron con el profesor y los estudiantes de la Universidad la Cantuta.



          Pero, pienso que este hecho más allá de la indignación o la solidaridad especifica por los directamente involucrados, debe llevarnos, mas bien, a una reflexión sobre los desafíos de nuestras iglesias o comunidades de fe en términos de las implicancias éticas de los cristianos en este tiempo cuando necesitamos construir procesos de reconciliación y de memorias que siembren la cultura del NUNCA MÁS. En ese sentido, quisiera levantar algunas reflexiones a modo de los retos que tenemos por delante:



          Una de las lecciones mas importantes que nos deja este triste pasaje de las historia peruana es que la iglesia y los cristianos no podemos renunciar a la difícil pero ineludible tarea del testimonio profético, que supone no callarnos cuando Dios nos otorga la oportunidad de denunciar el pecado en todas sus formas, y en el país el pecado tiene también forma de corrupción, de atropello, de injusticias, de violaciones, de exclusiones. Muchas veces aquella mentalidad evangélica que se resiste a denunciar aquellos pecados so pretexto de poner en riesgo la imagen de la iglesia, terminan mas bien haciéndola cómplice con el atropello, la injusticia  y la corrupción, pecados que aun nos siguen rondando hoy.





          Probablemente, nuestra historia tendría pasajes menos inhumanos e indignos  si muchos sectores de la clase política y la sociedad civil, incluyendo las iglesias, no hubiesen renunciado a la tarea ciudadana  de levantar la voz  cada vez que los que detentaron el poder decidieron atropellar nuestra dignidad personal  y colectiva. Ahora, mirando adelante, nuestra sociedad reclama una iglesia cada vez más vigilante, menos desmemoriada, más profética, más ciudadana, menos desesperada por abrazarse con el poder a cualquier costo, mas sensible al dolor de los excluidos y excluidas. Esa iglesia que la sociedad espera no debe cesar de orar, pero tampoco debe renunciar a su  misión de anunciar siempre la verdad a tiempo y fuera de tiempo,  y denunciar el pecado en todas sus formas.



          La iglesia aún tiene por delante una tarea pendiente respecto a la tan anhelada reconciliación en el país: hacer pedagogía pastoral para remplazar los silencios cómplices con las voces evangélicas que nos reaviven la memoria, nos activen la esperanza, nos despierten a ser luz profética en medio de la oscuridad, nos animen a hacer justicia y amar la misericordia. Trabajemos para que las nuevas generaciones no tengan que decir aquello que proféticamente pronunció el pastor Martin Luther King leyendo lo que pasaba en la sociedad de su tiempo: "Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos.





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