Martha, Martha, tú estás preocupada por tantas cosas. Considerad los cuervos, que ni siembran ni siegan; no tienen bodega 
 ni granero, y sin embargo, Dios los alimenta; ¡cuánto más valéis 
 vosotros que las aves! Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan 
 ni hilan; pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno 
 de éstos. Vosotros, pues, no busquéis qué habéis de comer, ni qué habéis
 de beber, y no estéis preocupados. 
  Porque los pueblos del mundo buscan ansiosamente todas estas cosas; 
 pero vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas. Y si tenemos qué 
 comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos. 
 Los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos 
 deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. 
 Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, 
 codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores. 
 Las preocupaciones del mundo, y el engaño de las riquezas, y 
 los deseos de las demás cosas entran y ahogan la palabra, y se vuelve estéril.   
 Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de
 testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan 
 fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.
  Lc. 10:41;  12:24,27,29,30   I Ti. 6:8-10   Mr. 4:19   Heb. 12:1